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martes, 27 de abril de 2010

La música en México durante la Independencia (1822 – 1839)

A partir de la consumación de la Independencia se produce un fenómeno singular: el músico, el artista, toma conciencia de su papel activo en la creación de instituciones que mantendrían latente la enseñanza y la difusión de la música culta.


Se inicia la era de las sociedades filarmónicas, verdaderas empresas culturales animadas por aquellos músicos que en relevo, sostendrán heroicamente la práctica de la música culta. Si estas asociaciones musicales no prosperaron o no tuvieron una continuidad en sí mismas fue culpa de los tiempos y las costumbres: ni la estabilidad de una nación en proceso de integración política, ni la heterogeneidad de una clase social carente de valores y tradiciones, características en la cultura de la burguesía, lo permitieron.



La brevedad de los gobiernos en México haría imposible la consecución de estos proyectos.

En el Conservatorio mexicano fundado por Elízaga, la enseñanza de la música se impartía y su estudio estaba dividido en los principios fundamentales de la música, armonía y composición, técnica instrumental y del canto, y Filosofía de la Música y perfeccionamiento en la técnica instrumental. El verdadero mérito, sin embargo, corresponde al padre Caballero que sostuvo la academia a título particular por espacio de 28 años consecutivos. Su labor permanente y silenciosa haría posible la formación de los músicos y profesores mexicanos de entonces, entre ellos los cantantes María Jesús Cepeda y Cosío, Eufrasia Amat, Antonia Aduna, el pianista Agustín Balderas y el compositor Melesio Morales. En recompensa, su academia se refundaría posteriormente en el Conservatorio de 1866, nuestro actual Conservatorio Nacional.





La consumación de la Independencia propicia mejores perspectivas en lo que a la ópera como espectáculo y música se refiere. En 1822, la ciudad de México cuenta con un nuevo teatro, De los Gallos, o Provisional. Se convierte en la sede de la compañía italiana de Manuel García, tenor de origen español.


Mayor fortuna tuvo la compañía de ópera de Filippo Galli, la primera gran compañía italiana que vino a México en 1831 para quedarse hasta 1837. El repertorio que en el lapso de seis años consecutivos presentó la compañía consolidó en México la afición y devoción por la ópera italiana.



Fuente:La Musica de Mexico

Julio Estrada, UNAM 1984



Redacción: Monica Sausa de la Vega
Colaborando para rutacero



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